sábado, 30 de julio de 2011

LOS DOGMAS DE FÉ DEFINIDOS POR LA IGLESIA DE LA SIEMPRE VIRGEN MARÍA.

LOS DOGMAS DE FÉ Y REFERENCIAS DE IMPORTANCIA SOBRE LA VIRGEN MARÍA.
Con relación a la Virgen, los dogmas[1] de FE definidos por la Iglesia a lo largo de la historia son cuatro:

Se definió del dogma en el Concilio de Éfeso, celebrado el 22 de junio del 431, bajo el pontificado del Papa Celestino I.

Se definió el dogma en el Concilio de Letrán, celebrado en el 649, bajo el pontificado del Papa San Martín I.

Lo proclamó el Papa Pío IX en la plaza de San Pedro 8 de diciembre de 1854.

Lo proclamó el Papa Pío XII en la plaza de San Pedro el 15 de agosto de 1950.

1.    LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA
Instalado el Concilio de Éfeso el primer día de reuniones (22 de junio 431) se leyó la carta doctrinal escrita por San Cirilo de Alejandría, dirigida a Nestorio, que aprobada unánimemente definió a la Theotókos. La parte principal de la declaración fue dada en estos términos:

“No decimos que la naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni tampoco que se transmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; afirmamos, más bien, que el Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis o persona, la carne animada del alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado Hijo del hombre, no por sola voluntad o por la sola asunción de persona. Y aunque las naturalezas sean diversas, juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo, no porque la diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino porque la divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola persona, constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice engendrado según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la generación de su carne... Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar Madre de Dios a la Santísima Virgen”.
(Theotókos D III a)

El Papa Pío XI, en 1931, al conmemorarse el XV Centenario del Concilio de Éfeso instituyó en su honor la fiesta de María, Madre de Dios y determinó que su celebración sea el 11 de octubre [2].

2.    LA VIRGINIDAD PERPETUA DE LA MADRE DE DIOS
En el Concilio de Letrán celebrado en el año 649 se efectuó la solemne definición dogmática de la VIRGINIDAD PERPETUA DE LA MADRE DE DIOS. Los Padres del Concilio inspirados por el Espíritu Santo compusieron el canon tercero que declaraba este dogma:

“Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema”.

Hay un personaje que resaltar y hacer justicia respecto a esta definición. Se trata de Máximo de Turín, obispo de Turín ya en el año 398, (se cree que murió entre el 408 y el 423). Fue uno de los que prácticamente se anticipó a la definición del dogma de la Perpetua Virginidad. En uno de sus sermones (5: PL 57, 235) se expresó en estos términos:

“La Virgen concibe sin la intervención de varón; el vientre se llena sin el contacto de ningún abrazo; y el casto seno se acogió al Espíritu Santo, que los miembros puros custodiaron y el cuerpo inocente albergó. Contemplad el milagro de la Madre del Señor: es virgen cuando concibe, virgen cuando da a luz, virgen después del parto. ¡Gloriosa virginidad y preclara fecundidad!”.

3.    LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Es uno de los excelsos privilegios que Dios ha concedido a la Virgen Santísima.

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de María. En su parte medular manifiesta lo siguiente:

“... Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”.

Anteriormente el Papa Alejandro VII en la Bula Sollicitudo omnium Eccl., del 8 de diciembre de 1661, dejó consignado lo siguiente:

(§ 1) Existe un antiguo y piadoso sentir de los fieles de Cristo hacia su madre beatísima, la Virgen María, según el cual el alma de ella fue preservada inmune de la mancha del pecado original en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los méritos de Jesucristo Hijo suyo, Redentor del género humano, y en este sentido dan culto y celebran con solemne rito la festividad de su concepción; y el número de ellos ha crecido [siguen las Constituciones de Sixto V, renovadas por el Concilio de Trento 734 s y 792] … de suerte que… ya casi todos los católicos la abrazan...

(§ 4) Renovamos las constituciones y decretos… publicados por los Romanos Pontífices en favor de la sentencia que afirma que el alma de la bienaventurada Virgen María en su creación e infusión en el cuerpo fue dotada de la gracia del Espíritu Santo y preservada del pecado original…

Las Santas Escrituras lo señalan:

“Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti”. (Ct 4, 7)

“Es un hábito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla”. (Sb 5, 25)

“Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple sutil, ágil, perspicaz, inmaculado,...”. (Sb 7, 22)

En la Anunciación, cuando el ángel San Gabriel enviado por el Altísimo saluda a la Virgen de parte del Señor:

“Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
         (Lc 1, 28)[3]

Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos Padres se pronunciaron sobre tan admirable privilegio. Citemos algunos:

San Efrén y San Basilio fueron los primeros en llamarla con el título de “Virgen siempre Pura, siempre Inmaculada”.

“Inmaculada e inviolada, incorrupta y totalmente púdica alejada del todo de la corrupción y mancha del pecado”. (San Efrén)

“Virgen preservada por gracia de toda mancha de pecado”. (San Ambrosio)

“Se la llama Inmaculada porque no sufrió corrupción alguna”. (San Jerónimo)

“En lugar de Eva, instrumento de muerte, se eligió a una virgen agradable a Dios y llena de su gracia, como instrumento de vida. Una Virgen parecida en todo a las demás mujeres pero sin participar en sus defectos: inmaculada, libre de culpa, limpísima, sin mancilla, santa en cuerpo y alma, una azucena entre espinas”. (Teodoto de Oriente † 430)

“Santa, Inmaculada de alma y cuerpo y libre completamente de todo contagio”. (San Sofronio)

“Inmune de toda mancha y caída, la única inmaculada, toda sin mancha, sola sin mancha alguna”. (San José el Himnógrafo)

“Desde su concepción fue prevenida en bendiciones de dulzura y ajena al decreto o escritura de condenación. Era totalmente inmune de la corrupción de la carne y extraña también a toda mancha de pecado”. (San Lorenzo Justiniano)


“Era necesario que la Madre de Dios fuese también purísima, sin mancha, sin pecado. Y así, no sólo de doncella, sino también de niña fue santísima, y santísima en el seno de su madre, y santísima en su concepción; pues no convenía que el santuario de Dios, la mansión de la Sabiduría, el relicario del Espíritu Santo, la urna del maná celestial, tuviera en sí la más mínima tacha. Por aquel alma santísima, fue completamente purificada la carne hasta del residuo de toda mancha, y así, al ser infundida el alma, ni heredó ni contrajo por la carne mancha alguna de pecado, como está escrito: “Fijó su habitación en la paz” (Sal 75, 3), es decir, la mansión de la divina sabiduría fue construida sin el fomes del pecado”. (Santo Tomás de Villanueva)
FRUTOS DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
El Papa San Pío X con motivo del 50º Aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción (1904) escribió la Encíclica “AD DIEM ILLUM LAETISSIMUN” y proclamó un Jubileo extraordinario por este hecho. En esta Encíclica afirmó el Papa que “el dogma de la Concepción Inmaculada ayuda a conservar y aumentar las virtudes”, y más adelante: “por la Concepción Inmaculada se confirma la fe, se excitan la esperanza y la caridad”.
Finalmente hay que destacar que el gran defensor y propagador de la Concepción Inmaculada de María, que facilitó la definición del Dogma, fue el Beato Juan Duns Escoto, Doctor Sutil, llamado también Doctor Mariano, Doctor de la Inmaculada.

Su célebre argumento se resume en tres palabras: PUDO, CONVENÍA, LUEGO LO HIZO:
PUDO Dios preservar a la Virgen de contraer la mancha original, porque es omnipotente.
CONVENÍA que lo hiciera, pues se trataba de la excelsa dignidad de su Madre.
LUEGO LO HIZO, pues Dios hace siempre lo más conveniente”.

4.    LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS[4]
El 1 de noviembre  de 1950[5], día de todos los Santos, en la Plaza de San Pedro en Roma, el Papa Pío XII, mediante la constitución apostólica “Munificentissi Deus”,  hizo la proclamación dogmática de LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS con estas emotivas palabras:

“PROCLAMAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DIVINAMENTE REVELADO QUE LA INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, ACABADO EL CURSO DE SU VIDA TERRENA, FUE ASUNTA[6] EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTIAL”.

De todo lo que se ha escrito sobre la Asunción de la Virgen a los cielos, antes de la proclamación del dogma, impresiona leer un párrafo de San Antonio de Padua, en un sermón que dirige en la festividad de la Asunción. Guiado por el Espíritu Santo, con un discernimiento asombroso y apoyado en las Escrituras, manifiesta con autoridad reverente:

“la Bienaventurada Virgen María fue asunta con el cuerpo que había sido tabernáculo del Señor. Por eso dice el salmista: ¨Ven, Señor a tu reposo. Tú y el Arca de tu santificación¨. Como Jesucristo resurgió de la muerte de la muerte vencida y subió a la diestra del Padre, así también resurgió el arca de su santificación, porque en este día la Virgen Madre fue asunta al tálamo celestial” 


[1] El Concilio Vaticano I definió la palabra “dogma” en forma tácita: “Ha de ser creído fide divina et catholica todo lo que está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida y que ha sido proclamado por la iglesia como algo que hay que creer como formando parte de la divina revelación o con un juicio solemne o con el magisterio ordinario  y universal”.
[2] Posteriormente esta fiesta volvió a celebrarse en su fecha de origen: el 1ro de enero, bajo el nombre de Santa María Madre de Dios. Siglos atrás se celebraba esta fiesta en la antigua liturgia Romana.
[3] Para los Exegetas que han escudriñado y elaborado la Biblia de Jerusalén, la palabra LLENA DE GRACIA significa: “Tú que has estado y sigues estando llena de favor divino”, esto es libre de toda mancha y culpa alguna.
[4] Si bien es cierto, no está claramente explícito en las Sagradas Escrituras, que la Virgen fue “ASUNTA, EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTE”, sin embargo, fue un sentir general de toda la iglesia (desde los primeros siglos), su creencia y aceptación, como claramente lo expone el Papa Pío XII, en la Bula Dogmática, al argumentar el ¿por qué? tenía razones suficientes y había llegado el momento propicio de definir como Dogma este santo privilegio. Veamos lo que dice: “Por consiguiente, pues la universal Iglesia, en la cual rige el Espíritu de la Verdad, que infaliblemente la dirige en orden a perfeccionar el conocimiento de las verdades reveladas, ha manifestado su fe de múltiples maneras en el decurso de los siglos; y, pues los Obispos de todo el orbe, con casi unánime consentimiento, solicitan que sea definida como dogma de fe divina y católica la verdad de la Asunción corporal de la Beatísima Virgen María a los cielos –verdad que se apoya en la Sagrada Escritura, está hondamente arraigadas en el alma de los fieles cristianos, comprobada por el culto eclesiástico ya desde tiempos antiquísimos, sumamente acorde con las demás verdades reveladas, espléndidamente desarrollada y aclarada por el estudio, ciencia y sabiduría de los teólogos-, creemos llegado ya el momento, predeterminado por los designios de Dios providente, en que solemnemente proclamemos este insigne privilegio de la Virgen María”.
[5] Año Santo.
[6] ELEVADA.


domingo, 17 de julio de 2011

APARICIONES MARIANAS Y LAS ESCRITURAS

APARICIONES MARIANAS Y LAS ESCRITURAS
Una fórmula propuesta por San Agustín para la Parusía
San Agustín (354-430 A.D.), doctor de la Iglesia Católica Romana, propuso una fórmula para ayudarnos a discernir la proximidad de la Segunda Venida de Nuestro Señor. ¿Todavía es válida esta fórmula después de todos los siglos que han pasado?
¿Tienen las Apariciones de la Virgen María [1] alguna relación con la Segunda Venida, la Parusía, de Nuestro Señor? ¿Hay algún soporte directo bíblico o histórico para esperar todas estas apariciones?
La mejor manera de buscar las respuestas a estas cuestiones es consultar, confiados en la oración, las Sagradas Escrituras.
INTRODUCCIÓN
San Agustín propone una fórmula relativa a la Segunda Venida de Nuestro Señor que contiene tres elementos ligados entres sí muy íntimamente:
A. El regreso del profeta Elías
B. La conversión de los judíos
C. Las persecuciones por las fuerzas del Anticristo; y entonces...
D. La Parusía
DETALLES
A. El regreso del profeta Elías.
13 "Todos los profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. 14 Y, si queréis creerlo, él mismo es Elías, el que debía venir". [Mt. 11: 13,14]
Nota: Muchos pensaban que Juan el Bautista era el profeta Elías, aquél que según la profecía de Malaquías [4: 5] iba a volver al mundo. Efectivamente, él era Elías y Nuestro Señor así lo testificó [ver arriba], sin embargo él no era la única manifestación de Elías de la que hablaba Malaquías.
"He aquí que os enviaré al profeta Elías, antes que venga el día grande y tremendo de Yahvé." [Mal. 4: 5]
Nota: Dios Padre ciertamente no estaba hablando del nacimiento de Nuestro Señor cuando dijo: "...el día grande y tremendo de Yahvé". Es una clara referencia a la Segunda Venida puesto que en Su Primera Venida, no hubo un "día tremendo" [es decir, terrible]. Sin embargo, Elías, manifestado a través de Juan el Bautista también iba a venir en la Primera Venida sin contradecir que también se aplica a después de "...el día grande y tremendo de Yahvé" y así fue. La cuestión que todavía puede quedar en el aire es cuánto tiempo "antes" de la Parusía iba a volver Elías. Nuestro señor puede haber respondido a esta cuestión a través de San Mateo.
11 Él les respondió y dijo: "Ciertamente, Elías vendrá y restaurará todo. 12 Os declaro, empero, que Elías ya vino, pero no lo conocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. Y así el mismo Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos." 13 Entonces los discípulos cayeron en la cuenta que les hablaba con relación a Juan el Bautista. [Mat. 17: 11-13]
Nota: Jesús no niega que Elías haya de venir primero pues Él confirma que la misión de Juan el Bautista es la de Elías. Él entonces hace notar que Su misión mesiánica será rechazada con violencia, y que entonces Elías habrá de volver para "restaurar todo" [presumiblemente al "final de los tiempos"] como el precursor de Su triunfo final. Pero, ¿cuánto antes de la Parusía?
La tercera y última manifestación de Elías es confirmada finalmente por San Juan en el Libro del Apocalipsis en la forma de uno de los: "dos testigos", "dos olivos", "dos candeleros" [Apoc. 11: 3-5] Algunos eruditos consideran que este "par" son Henoc y Elías [según las Escrituras (Eclo. 44:16, 48:9-10 y 49:16) éstos no murieron]. Según otros, el "par" serían Moisés y Elías.
También vemos referencias sobre este "par" en Zacarías 4:1-14. Elías es la figura común en ambas opiniones iluminadas. Por tanto, no podemos hablar de la venida del profeta Elías sin reconocer la realidad de los "dos testigos", y viceversa.
B. La conversión de los judíos
"Por eso os digo que ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" [Mt. 23:39]
Por lo tanto, para el exacto cumplimiento de las palabras de Nuestro Señor, también la conversión de los judíos debe preceder a la Segunda Venida de Nuestro Señor.
"Y también otra Escritura dice: 'Volverán los ojos hacia Aquel a quien traspasaron" [Juan 19:37]
Este pasaje se cumplirá espiritualmente cuando San Mateo 23:39 (ver arriba) se cumpla y físicamente cuando Él se manifieste en Gloria para reunir a los elegidos.
C. La persecución por las fuerzas del Anticristo, el Falso Cristo
3 "Nadie os engañe en manera alguna, porque primero debe venir la apostasía y hacerse manifiesto el hombre de iniquidad, el hijo de perdición; 4 el adversario, el que se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse él mismo en el templo de Dios, ostentándose como si fuera Dios." [2] [2Tes. 2: 3,4]
11 Y vi otra bestia que subía de (bajo) la tierra. Tenía dos cuernos [3] como un cordero, pero hablaba como dragón." y 15 "Y le fue concedido animar la estatua de la bestia de modo que la estatua de la bestia también hablase e hiciese quitar la vida a cuantos no adorasen la estatua de la bestia." [Apoc. 13: 11; 15]
D. La Parusía
"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria grande." [Mt. 24: 30]
Debe tenerse en cuenta que esas "tribus" son todas las naciones de la tierra, en contraste con las "tribus de Israel".

UN SIMPLE ANÁLISIS
Al estudiar la fórmula propuesta por San Agustín, se destacan ciertos puntos sobresalientes.
De estas lecturas, parece bastante claro que "Elías" es más algo más que simplemente un ser humano específico. "Elías" fue representado por Juan el Bautista. Jesús afirma claramente que "Elías" volverá para "restaurarlo todo" y Dios, el Padre, a través de Malaquías, ya nos había informado de lo mismo.
También es algo reconocido en círculos teológicos tradicionales que cuando se dice: "La Ley y los Profetas" quiere decir "Henoc y Elías" o "Moisés y Elías", es decir, "Elías" parece ser el equivalente a "Profetas".
Ahora, puesto que "Elías" va a venir otra vez hacia el "fin de estos tiempos" y está sólidamente establecido que Juan el Bautista era ese "Elías" que anunciaba la Primera Venida del Señor, podemos concluir que esta vez, para la Segunda Venida, "Elías" puede tomar una forma diferente.
Se propone que la nueva manifestación de Elías es anunciada, por inferencia, por la Virgen María, específicamente, a través de Sus apariciones en Medjugorje, las cuales empezaron el día que la Iglesia celebra el nacimiento de Juan el Bautista.
La Iglesia Católica Romana proclama a María como la Reina de los Profetas, así, está dentro de Su prerrogativa concedida por Dios el anunciar la manifestación de cualquiera de Sus asuntos.
Malaquías [3:1] profetiza: "He aquí que envío a mi ángel que preparará el camino delante de Mí, y de repente vendrá a su Templo el Señor a quien buscáis, y el ángel de la Alianza a quien deseáis. He aquí que viene, dice Yahvé de los ejércitos."
Teniendo en cuenta que "angel" significa "mensajero", también es apropiado que la Virgen María, a quien la Iglesia Católica Romana considera Reina de los Ángeles, sea el mensajero apropiado sobre quien habla Malaquías.
Este mensaje es todavía más subrayado por Jesús Mismo en San Mateo 11:10 "Éste es de quien está escrito: He ahí que Yo envío a mi mensajero que te preceda, el cual preparará tu camino delante de tí."
Entonces, es ciertamente adecuado que Jesús anuncie la Manifestación de Elías para la Primera Venida y que María lo anuncie para la Segunda Venida. De un modo maravilloso y misterioso, los Profetas y los Ángeles están ligados místicamente en la Reina de los Profetas y de los Ángeles, la Siempre Santa y Virgen María.
Además, el libro del Apocalipsis da confirmación adicional acerca de la misión que María, Reina de los Ángeles, debe cumplir antes de la Segunda Venida de Nuestro Señor. En el capítulo 22 podemos leer:
6 "Y me dijo: Estas palabras son seguras y fieles, y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado a su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que han de verificarse en breve"
8 "Yo, Juan, soy el que he oído y visto estas cosas. Y cuando las oí y ví, me postré ante los pies del ángel que me las mostraba, para adorarlo. 9 Mas él me dijo: Guárdate de hacerlo, porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. A Dios adora. 10 Y díjome: No selles [sellar = esconder, oscurecer, retener] las palabras de este libro, pues el tiempo está cerca." [4] [Apocalípsis 22]
¿Consiervo? ¿La Virgen María, la Reina del Cielo y de la Tierra? ¡Sí, así es! Ella Misma pronunció esas palabras: "He aquí la esclava del Señor;..." [Lc. 1:38] y después procedió apresuradamente a visitar y servir a Su prima Isabel como una humilde sirvienta. Para comprender totalmente este concepto/paralelismo debemos traer a nuestra atención las palabras y el ejemplo de Nuestro Señor cuando Él lavó los pies de los apóstoles.
¿HAN SIDO PROFETIZADAS LAS APARICIONES MARIANAS DEL FIN DE LOS TIEMPOS?
La evidencia bíblica concreta que anuncia las Apariciones Marianas hacia el Fin de Estos Tiempos es sobrecogedora. Y no es sólo eso, se nos insta a través de Apoc. 22:10 a "proclamar la información / instrucciones que se nos dan" y NO a esconderla [sellarla].
Entonces podemos aceptar que un acontecimiento como el de Medjugorge [5] fue anunciado y bien documentado ya en los tiempos de Malaquías. Nuestra Señora ha dicho, desde Su púlpito de Medjugorje, que esas iban a ser Sus últimas apariciones en la tierra. Esto coincide con otras manifestaciones Marianas y Cristianas en la tierra. Debería seguirse de esto que el escenario de las Apariciones Marianas en los siglos 19 y 20 fue dispuesto hace unos 2000 años y que estamos a las puertas de el Fin de Estos Tiempos.
Parece entonces que la fórmula propuesta por San Agustín es una realidad. Por tanto, se puede concluir con seguridad que pronto deberíamos ver que muchos judíos se convertirán, que las persecuciones causadas por las fuerzas del anticristo serán una realidad y que, finalmente, Nuestro Señor vendrá envuelto en inimaginable Poder y Gloria.
Sin embargo, antes de que esto ocurra, seremos sin saberlo testigos de las acciones de los "dos testigos". Su identidad se hará más y más evidente conforme se acerque la Parusía.
NOTES
_________________________________
[1] Si el lector no cree en las Apariciones de la Virgen María, con el fin de mantener una coherencia interna, asúmala como una realidad mientras estudia este documento.
[2] Citado de la traducción (española) del Dr. Straubinger, ya que es la única encontrada que hace honor al auténtico mensaje de 2Tesalonicenses 2:3,4.
[3] "Dos cuernos" supuestamente se refiere a la mitra episcopal.
[4] "...time is at hand." no es cuando vivía San Juan. Es el momento del tiempo que él estaba "viendo" como testigo, por una Gracia Especial, y dando cuenta de ello. Este marco temporal se hace claro en el versículo 6 del Capítulo 22 del Libro del Apocalipsis.
[5] Esto no debe tomarse una carta en blanco para aceptar los acontecimientos de Medjugorje. Sólo porque una manifestación Celestial sea legítima al comienzo no significa que continúe siéndolo una vez que la volundad de manipulación del hombre interviene.


 


Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María. (Reflexiones)

Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María.

Todo se reduce, pues, a hallar un medio fácil con que consigamos de Dios la gracia necesaria para ser santos, y éste es el que te voy a enseñar. Digo, pues, que para hallar esta gracia de Dios hay que hallar a María.
Porque:

1) Sólo María es la que ha hallado gracia delante de Dios, ya para sí, ya para todos y cada uno de los hombres en particular; que ni los patriarcas, ni los profetas, ni todos los santos de la ley antigua pudieron hallarla.

2) Ella es la que al Autor de toda gracia dió el ser y la vida, y por eso se la llama Mater gratiae, Madre de la gracia.

3) Dios Padre, de quien todo don perfecto y toda gracia desciende como fuente esencial, dándole al Hijo, le dio todas las gracias; de suerte, que, como dice San Bernardo, se le ha dado en él y con él la voluntad de Dios.

4) Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus manos y conforme al poder que ha recibido (según San Bernardino) reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo.

5) Así como en el orden de la naturaleza es necesario que tenga el niño padre y madre, así en el orden de la gracia es necesario que el verdadero hijo de la Iglesia tenga por Padre a Dios y a María por Madre; y el que se jacte de tener a Dios por padre, sin la ternura de verdadero hijo para con María, engañador es, que no tiene más padre que el demonio.

6) Puesto que María ha formado la Cabeza de los predestinados, Jesucristo, tócale a ella el formar los miembros de esa Cabeza, los verdaderos cristianos: que no forman las madres cabezas sin miembros, ni miembros sin cabeza. Quien quiera, pues, ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad, debe formarse en María, mediante la gracia de Jesucristo, que en ella plenamente reside, para de lleno comunicarse a los verdaderos miembros de Jesucristo, que son verdaderos hijos de María.

7) El Espíritu Santo, que se desposó con María, y en Ella, por Ella y de Ella, produjo su obra maestra, el Verbo encarnado Jesucristo, como jamás la ha repudiado, continúa produciendo todos los días en Ella y por Ella a los predestinados, por verdadero aunque misterioso modo.

8) María ha recibido de Dios particular dominio sobre las almas, para alimentarlas y hacerlas crecer en Él. Aun llega a decir San Agustín que en este mundo los predestinados todos están encerrados en el seno de María, y que no salen a la luz hasta que esta buena Madre les conduce a la vida eterna. Por consiguiente, así como el niño saca todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, así los predestinados sacan todo su alimento espiritual y toda su fuerza de María.

9) María es a quien ha dicho el Padre: "in Jacob inhabita", hija mía, mora en Jacob, es decir, en mis predestinados, figurados por Jacob; María es a quien ha dicho el Hijo: "in Israel haereditare", hereda en Israel, madre querida, es decir, en los predestinados; María es, al fin, a quien ha dicho el Espíritu Santo: "in electis meis mitte radices", arraiga fiel esposa, en mis elegidos. Quienquiera, pues, que sea elegido o predestinado, tiene a María por moradora de su casa, es decir, de su alma y la deja echar raíces de humildad profunda, de caridad ardiente y de todas las virtudes.

10) Molde viviente de Dios, forma Dei, llama San Agustín a María y, en efecto, lo es. Quiero decir que en ella sola se formó Dios hombre, al natural, sin que rasgo alguno de divinidad le faltara; y en ella sola también puede formarse el hombre en Dios, al natural, en cuanto es capaz de ello la naturaleza humana, con la gracia de Jesucristo.

De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua o retrato: primera, con fuerza y saber y buenos instrumentos puede labrar la figura en materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde. Largo, difícil, expuesto a muchos tropiezos es el primer modo; un golpe mal dado, de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo a perder todo. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con tal que el molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal que la materia de que nos servimos sea manejable y de ningún modo resista a la mano.

11) El gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo, para formar al natural un Hombre-Dios, por la unión hipostática, y para formar un hombre-Dios por la gracia, es María. Ni un solo rasgo de divinidad falta en este molde; cualquiera que se meta en él y se deje manejar, recibe allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios; y esto de manera suave y proporcionada a la debilidad humana, sin grandes trabajos ni agonías; de manera segura y sin miedo de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada en María, santa e inmaculada, sin la menor mancilla de culpa.

12) ¡Oh alma querida, cuánto va del alma formada en Jesucristo, por los medios ordinarios de la que, como los escultores, se fía de su pericia, y se apoya en su industria, al alma bien tratable, bien desligada, bien fundida, que sin estribar en sí, se mete dentro de María y se deja manejar allí por la acción del Espíritu Santo! ¡Cuántas tachas, cuántos defectos, cuántas tinieblas, cuántas ilusiones, cuánto de natural y humano hay en la primera! Y la segunda, ¡cuán pura es y divina y semejante a Jesucristo!

13) No hay ni habrá jamás criatura, sin exceptuar bienaventurados, ni querubines, ni serafines de los más altos en el mismo cielo, en que Dios sea más grande que en la divina María.

María es el paraíso de Dios y su mundo inefable, donde el Hijo de Dios entró para hacer maravillas, para guardarle y tener en él sus complacencias. Un mundo hecho para el hombre peregrino, que es la tierra que habitamos; otro mundo para el hombre bienaventurado, que es el paraíso; mas para sí mismo, ha hecho otro mundo y lo ha llamado María; mundo desconocido a casi todos los mortales de la tierra, e incomprensible a los ángeles y bienaventurados del cielo, que, admirados de ver a Dios tan elevado y lejano, tan escondido en su mundo que es la divina María, claman sin cesar: "Santo, Santo, Santo".

14) Feliz y mil veces feliz es en la tierra el alma a quien el Espíritu Santo revela el secreto de María para que lo conozca, a quien abre este huerto cerrado, para que en él entre, y esta fuente sellada para que de ella saque el agua viva de la gracia y beba en larga vena de su corriente. Esta alma hallará a Dios sólo, sin las criaturas, en esta amabilísima criatura, a Dios, a la vez, infinitamente santo y sublime, e infinitamente condescendiente y al alcance de nuestra debilidad. Puesto que en todas partes está Dios, en todas se le puede hallar: pero no hay sitio en que la criatura encontrarle pueda tan cerca y tan al alcance de su debilidad como en María, pues para eso bajó a ella. En todas partes es el Pan de los fuertes y de los ángeles, pero en María es el Pan de los niños.

15) Nadie, pues, se imagine, como algunos falsos iluminados, que María, por ser criatura, es impedimento para la unión con el Creador. No es ya María quien vive, es Jesucristo sólo, es Dios sólo quien vive en ella. La transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y otros santos más que el cielo se levanta sobre la tierra.

Sólo para Dios nació María, y tan lejos está de ¡retener! consigo a las almas que, por el contrario, hace que remonten hasta Dios su vuelo, y tanto más perfectamente las une con él, cuanto con ella están más unidas. María es eco admirable de Dios, que cuando se grita: María, no responde más que: Dios; y cuando con Santa Isabel se la saluda bienaventurada, no hace más que engrandecer a Dios.

Si los falsos iluminados, de quienes tan miserablemente ha abusado el demonio, hasta en la oración, hubieran sabido hallar a María y por María a Jesús y por Jesús a Dios, no hubieran dado tan terribles caídas. Una vez que se ha encontrado a María, y por María a Jesús y por Jesús a Dios Padre, se ha encontrado todo bien, como dicen las almas santas.

16) Y no es que esté exento de sufrimientos y cruces el que ha encontrado a María mediante la verdadera devoción: lejos de eso, más que a ningún otro le asaltan, porque María, que es la madre de los vivientes, da a sus hijos los trozos del Árbol de la Vida, que es la cruz de Jesucristo; mas al repartirles buenas cruces, les da gracias para llevarlas con paciencia y aun con alegría (de suerte que las cruces que da Ella a los suyos son cruces de dulce, almibaradas más bien que amargas); o si por algún tiempo gustas la amargura del cáliz, que necesariamente han de beber los amigos de Dios, la consolación y gozo que esta buena Madre hace suceder a la tristeza, les alienta infinito para llevar otras cruces, aun más amargas y pesadas.


Una verdadera devoción a María es indispensable.

La dificultad está, pues, en saber hallar de veras a la divina María, para dar con la abundancia de todas las gracias.

Dueño absoluto, Dios puede por sí mismo comunicar lo que ordinariamente no comunica sino por medio de María; y negar que alguna vez así lo haga, sería temerario; pero según el orden establecido por la Divina Sabiduría, como dice Santo Tomás, no se comunica Dios ordinariamente a los hombres, en el orden de la gracia, sino por María.

Para subir y unirse a Él, preciso es valerse del mismo medio de que Él se valió para descender a nosotros, para hacerse hombre y para comunicarnos sus gracias; y ese medio es una verdadera devoción a la Santísima Virgen María.

Varias verdaderas devociones a la Santísima Virgen.

1)          Hay varias verdaderas devociones a la Virgen Santísima: no hablo aquí de las falsas.
2)          Consiste la primera en cumplir con los deberes de cristiano, evitando el pecado mortal, obrando más por amor que por temor, rogando de tiempo en tiempo a la Santísima Virgen y honrándola como Madre de Dios, sin ninguna otra especial devoción para con ella.
3)          La segunda tiene para la Virgen más altos sentimientos de estima, amor, veneración y confianza; induce a entrar en las cofradías del santo Rosario y del Escapulario, a rezar la corona o el santo Rosario, a honrar las imágenes y altares de María, a publicar sus alabanzas, a alistarse en sus congregaciones. Y esta devoción, al excluir de nuestra vida el pecado, es buena, santa y laudable; pero no es tan perfecta ni tan capaz de apartar a las almas de las criaturas y desprenderlas de sí mismas a fin de unirlas a Jesucristo.

4) La tercera devoción a la Santísima Virgen, de muy pocas personas conocida y practicada, es, almas predestinadas, La devoción perfecta a María.

El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Efeso (año 431). Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.

Este dogma enseña que María es verdadera madre de Dios porque engendró al Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, la Persona del Verbo.

Este Verbo se hizo hombre por medio de María asumiendo la naturaleza humana, engendrada milagrosa y virginalmente por ella, por obra del Espíritu Santo. Por eso María es verdaderamente su Madre.


Esta verdad está contenida en la Sagrada Escritura y fue definida por el Concilio de Éfeso (año 431). Más tarde, fue proclamada por otros Concilios universales, como el de Calcedonia (451) y segundo de Constantinopla (553).

Este dogma es el principal de todos los dogmas marianos. Y la raíz y fundamento de la dignidad singularísima de la Virgen María.

La devoción perfecta a María.

En qué consiste:

1) Consiste en darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesús por Ella; y en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María.
Voy a explicar estas palabras.

2) Hay que escoger un día señalado para entregarse, consagrarse y sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento, por entero y sin reserva alguna; cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna, como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos, gracias, virtudes y satisfacciones.

Es preciso notar aquí que con esta devoción se inmola el alma a Jesús por María, con un sacrificio, que ni en orden religiosa alguna se exige, de todo cuanto el alma más aprecia; y del derecho que cada cual tiene para disponer a su arbitrio del valor de todas sus oraciones, limosnas, mortificaciones y satisfacciones; de suerte que todo se deja a disposición de la Virgen Santísima, que a voluntad suya lo aplicará, para la mayor gloria de Dios, que sólo Ella perfectamente conoce.

3) A disposición suya se deja todo el valor satisfactorio e impetratorio de las buenas obras; así que, después de la oblación que de ellas se ha hecho, aunque sin voto alguno, de nada de cuanto bueno hace es ya uno dueño; la Virgen Santísima puede aplicarlo; ya a un alma del purgatorio para aliviarla o libertarla, ya a un pobre pecador para convertirle.

4) También nuestros méritos los ponemos con esta devoción en manos de la Virgen Santísima; pero es para que nos los guarde, aumente y embellezca; puesto que ni los méritos de la gracia santificante, ni los de la gloria podemos unos a otros comunicarnos.

Dámosle, sin embargo, todas nuestras oraciones y obras buenas, en cuanto son satisfactorias e impetratorias, para que las distribuya y aplique a quien le plazca. Y si después de estar así consagrados a la Santísima Virgen, deseamos aliviar algún alma del purgatorio, salvar a algún pecador, sostener a alguno de nuestros amigos con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas, sacrificios, preciso es pedírselo humildemente a Ella, y estar a lo que determine, aunque no lo conozcamos: bien persuadidos de que el valor de nuestras acciones, administrado por las mismas manos (las de la Virgen) de que Dios se sirve para distribuirnos sus gracias y dones, no podrá menos de aplicarse a la mayor gloria suya.

5) He dicho que consiste esta devoción en entregarse a María en calidad de esclavo; y es de notar que hay tres clases de esclavitud.

La primera es esclavitud de naturaleza; buenos y malos son de esta manera esclavos de Dios.

La segunda es esclavitud forzada; los demonios y los condenados son de este modo esclavos de Dios.

La tercera es esclavitud de amor y voluntad; y con ésta debemos consagrarnos a Dios por medio de María, del modo más perfecto en que una criatura puede entregarse a su Creador.

6) Notad además que de criado a esclavo hay mucha diferencia. El criado pide paga por sus servicios; el esclavo, no. El criado está libre para dejar a su señor cuando quiera, y no le sirve sino a plazos, el esclavo no puede dejarle, pues se le ha entregado para siempre. El criado no da a su señor derecho de vida y muerte sobre su persona; el esclavo se le entrega por completo, de suerte que su señor puede hacerle morir sin que la justicia le inquiete.

Fácilmente se echa de ver que el esclavo forzado vive en la más estrecha de las sujeciones. Tal, que sólo puede convenir al hombre respecto de su Creador. Por eso entre los cristianos no hay tales esclavos; sólo entre los idólatras.

7) ¡Feliz y mil veces feliz el alma generosa que se consagra a Jesús por María, como esclava de amor, después de haber sacudido en el bautismo la esclavitud tiránica del demonio!

Excelencia de esta práctica.

Muchas luces necesitaría yo para describir perfectamente la excelencia de esta práctica; sólo de corrida tocaré algunos puntos.

1) El entregarse así a Jesús por María es imitar a Dios Padre, que no nos ha dado a Jesús sino por María, y que no nos comunica sus gracias sino por María; es imitar a Dios Hijo, que no ha venido a nosotros sino por María, y como nos ha dado ejemplo para que según hizo Él hagamos nosotros, nos ha invitado a ir a Él por el mismo camino que Él ha venido, que es María; es imitar al Espíritu Santo, que no nos comunica sus gracias y dones, sino por María "¿No es justo, dice San Bernardo, que vuelva la gracia a su Autor por el mismo canal por donde se nos ha transmitido?"

2) Ir de este modo a Jesús por María es verdaderamente honrar a Jesucristo, pues es dar a entender que por razón de nuestros pecados, no somos dignos de acercarnos directamente ni por nosotros mismos a su infinita santidad, y que nos hace falta María, su Santísima Madre, para que sea nuestra abogada y mediadora con nuestro mediador que es Él. Esto es al mismo tiempo acercarnos a Él como medianero y hermano nuestro y humillarnos ante Él, como ante nuestro Dios y nuestro juez; es, en una palabra, practicar la humildad, que arrebata siempre el corazón de Dios.

3) Consagrarse así a Jesús por María es poner en manos de María nuestras buenas acciones, que, aunque parezcan buenas, están muchas veces manchadas y son indignas de que las mire y las acepte Dios, ante quien no son puras las estrellas.

¡Ah!, roguemos a esta buena Madre y Señora, que después de recibir nuestro pobre presente, Ella lo purifique, Ella lo santifique, Ella lo suba de punto y lo embellezca de tal suerte, que le haga digno de Dios. Todas las rentas de nuestra pobre alma, para el Padre de familia Dios, son menos, para ganar su amistad y gracia, de lo que sería para un rey la manzana agusanada que para pagar su arriendo le presentara un pobre colono de su majestad. ¿Qué haría este pobre hombre si fuera listo y tuviera cabida con la reina? Benévola ella con el pobre campesino y respetuosa con el rey, ¿no quitaría a la manzana lo que tuviera de agusanado y de podrido y la pondría en fuente de oro, rodeada de flores? Y el rey, ¿no la recibiría sin inconveniente y aun con gusto, de manos de la reina, que tanto quiere al campesino? Modicum quid offerre desideras?, manibus Mariae tradere cura, si non vis sustinere repulsam. ¿Deseas ofrecer alguna poca cosa?, dice San Bernardo. Por manos de María procura entregarla, si no quieres sufrir repulsa.

4) ¡Ay, buen Señor! ¡qué poca cosa es todo cuánto hacemos! Pero pongámoslo, con esta devoción, en manos de María. Una vez que del todo nos hayamos dado a ella, en cuanto darnos podamos, despojándonos en su honor de todo, Ella, infinitamente más generosa, por un huevo dará un buey; Ella se comunicará del todo a nosotros, con sus méritos y virtudes; Ella colocará nuestros presentes en la bandeja de oro de su caridad; Ella, como Rebeca a Jacob, nos revestirá de los hermosos vestidos de su primogénito y unigénito Jesucristo, es decir, de sus méritos, que a la disposición de Ella están; y así, como esclavos y domésticos suyos, después de habernos despojado de todo para honrarla, tendremos dobles vestidos (omnes domestici ejus vestiti sunt duplicibus); trajes, galas, perfumes, méritos y virtudes de Jesús y de María, en el alma del esclavo de Jesús y de María, despojado de sí mismo y fiel en vivir su consagración.

5) Entregarse así a la Santísima Virgen, es ejercitar en el más alto grado posible la caridad con el prójimo; puesto que es dar a María lo que más apreciamos para que de ello disponga, según su voluntad, en favor de vivos y difuntos.

6) Esta es la devoción con que se ponen en seguro las gracias, méritos y virtudes, haciendo depositaria de ellos a María y diciéndola: "Toma, querida dueña mía: he aquí lo que con la gracia de tu querido Hijo he hecho de bueno; por mi debilidad e inconstancia, por el gran número y malicia de mis enemigos, que día y noche me acometen, no soy capaz de guardarlo. ¡Ay!, que todos los días estamos viendo caer en el lodo los cedros del Líbano, y venir a parar en aves nocturnas las águilas que se levantan hasta el sol! Así mil justos caen a mi izquierda y a mi diestra diez mil; pero Tú, mi poderosa y más que poderosa Princesa, tenme que no caiga; guarda todos mis bienes, que no me los roben; te confío en depósito todos mis bienes; Depositum custodi. - Scio cui credidi. Bien sé quién eres; por eso me confío por completo a Ti. Tú eres fiel a Dios y a los hombres y no permitirás que perezca nada de cuanto a Ti se confía; eres poderosa y nadie podrá dañarte, ni arrebatarte de entre las manos lo que tienes.
Ipsam sequens non devias; ipsam rogans non desperas; ipsam cogitans non erras; ipsa tenente, non corruis; ipsa protegente, non metuis; ipsa duce, non fatigaris; ipsa propitia, pervenis (San Bernardo, Inter flores, cap. 135), y en otra parte: Detinet Filium ne percutiat; detinet diabolum ne noceat; detinet virtutes ne fugiant; detinet merita ne pereant; detinet gratiam, ne effluat. Estas son palabras de San Bernardo, que en sustancia expresan todo lo que acabo de decir.
 
Aunque no hubiera otro motivo para excitarme a esta devoción, sino el ser medio seguro para conservar y aumentar en mí la gracia de Dios, debía yo abrasarme de entusiasmo por ella.

7) Esta devoción torna el alma verdaderamente libre, con la libertad de los hijos de Dios. Ya que por amor a María se reduce uno a la esclavitud, esta querida Señora le ensancha y dilata en recompensa el corazón, y le hace marchar a pasos de gigante por el camino de los mandamientos de Dios. Ahuyenta el disgusto, la tristeza y el escrúpulo. Esta fue la devoción que el Señor enseñó a la madre Inés de Jesús, como medio seguro para salir de grandes penas y perplejidades en que se hallaba "Hazte esclava de mi Madre", le dijo. Hízolo así, y al momento sus penas cesaron.

8) Para autorizar esta devoción convendría contar aquí las bulas e indulgencias de los Papas, los decretos de los Obispos en favor suyo, las cofradías establecidas en su honor, el ejemplo de muchos santos y grandes personajes que la han practicado; pero todo esto lo paso en silencio.

Su fórmula interior y espíritu.

Prácticas interiores

He dicho, además, que esta devoción consiste en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María.

9) No basta entregarse por esclavo a María una vez sola; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien se practica, la puede levantar. No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni aun abrazar esta devoción y rezar diariamente algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella.

Muchas personas he hallado que con admirable entusiasmo se han sometido a tan santas esclavitudes exteriormente; pero muy pocas que hayan cogido el espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan perseverado en él.

Obrar con María.

1) La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer todas las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por modelo acabado en todo lo que se ha de hacer.

Por eso antes de hacer cualquier cosa hay que desnudarse de sí mismo y de sus mejores modos de ver; hay que anonadarse delante de Dios, como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción útil para la vida eterna; hay que recurrir a la Virgen Santísima y unirse a sus intenciones, aunque no se conozcan; hay que unirse por María a las intenciones de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la Virgen Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su hijo Jesucristo, para gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni operación del espíritu que de ella no dependa.

Obrar en María.

2) Hay que hacer todas las cosas en María, es decir, que hay que irse acostumbrando a recogerse dentro de sí mismo, para formar una pequeña idea o retrato espiritual de la Santísima Virgen. Ella será para el alma oratorio en que dirija a Dios sus plegarias, sin temor de ser desechada. Torre de David para ponerse en seguro contra los enemigos. Lámpara encendida para alumbrar las entrañas del alma y abrasarla en amor divino. Recámara sagrada para ver a Dios con Ella. María, en fin, será únicamente para esta alma su recurso universal y su todo. Si ruega será en María; si recibe a Jesús en la Sagrada Comunión le meterá en María para que allí tenga Él sus complacencias. Si algo hace será en María; y en todas partes y en todo hará actos de desasimiento de sí misma.

Obrar por María.

3) Jamás hay que acudir a Nuestro Señor, sino por medio de María, por su intercesión y su crédito para con él, de suerte que nunca nos hallemos solos cuando vayamos a pedirle.

Obrar para María.

4) Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María, es decir, que como esclavos que somos de esta augusta Princesa, no trabajemos más que para Ella, para su provecho y gloria, como fin próximo y para gloria de Dios, como fin último. Debe esta alma en todo lo que hace, renunciar al amor propio, que casi siempre, aun sin darse cuenta, se toma a sí mismo por fin, y repetir muchas veces en el fondo del corazón: por Vos, mi amada Señora, hago esto o aquello, voy aquí o allá, sufro tal pena o tal injuria.

5) Guárdate bien, alma predestinada, de creer que lo más perfecto es ir todo derecho a Jesús, todo derecho a Dios; tu obra, tu intención poco valdrá; pero yendo por María será la obra no tuya, sino de María en ti, y será por consiguiente, muy levantada y muy digna de Dios.

6) Guárdate bien, además, de hacerte violencia para sentir y gustar lo que dices y haces; dilo y hazlo todo con la fe que María tuvo en la tierra, y que con el tiempo Ella te comunicará. Deja a tu Soberana, pobre esclavillo, la vista clara de Dios, los transportes, los gozos, los placeres, las riquezas, y no tomes para ti más que la fe pura, llena de disgusto, de distracciones, de fastidio, de sequedad. Di: Amén, así sea, a cuanto hace María, mi Reina, en el cielo; para mí es lo mejor que puedo hacer ahora.

7) Tampoco te atormentes, si no gozas tan pronto de la dulce presencia de la Santísima Virgen. No es para todos esta gracia. Y cuando por su gran misericordia favorece Dios con ella, muy fácilmente el alma la pierde, si no es fiel en recogerse con frecuencia. Si tal desgracia te ocurriese, vuélvete dulcemente a tu Soberana y pídele perdón.

Efectos maravillosos que produce en un alma fiel.

1) Infinitamente más de lo que aquí te digo, te enseñará la experiencia y tantas riquezas y gracias hallarás en la práctica si eres fiel en lo poco que aquí te enseño, que te quedarás sorprendido y con el alma llena de júbilo.
2) Trabajemos, pues, alma querida, y hagamos de manera que por la fiel práctica de esta devoción, el alma de María esté en nosotros para engrandecer al Señor, el espíritu de María esté en nosotros para regocijarse en Dios su Salvador.

Palabras son éstas de San Ambrosio: Sit in singulis anima Mariae ut magnificet Dominum, sit in singulis spiritus Mariae ut exultet in Deo. No creas que haya mayor gloria y felicidad en morar en el seno de Abrahán, que se llama paraíso, que en el seno de María, en el que el Señor ha puesto su trono. Son palabras del sabio Abad Guerrico: Ne credideris majoris esse felicitatis habitare in sinu Abrahae, qui vocatur Paradisus, quam in sinu Mariae in quo Dominus thronum suum posuit.

3) Infinidad de efectos produce en el alma esta devoción fielmente practicada; pero el principal es hacer que de tal modo viva María en un alma de la tierra, que no sea ya más el alma quien vive, sino María en ella; porque, por decirlo así, el alma de María viene a ser su alma. Pues cuando por una gracia inefable, pero verdadera, la divina María es Reina del alma, ¿qué maravillas no hace en ella? Como es Ella la obradora de las grandes maravillas, sobre todo dentro de los corazones, trabaja allá, a escondidas del alma misma: que si se diera cuenta de esas obras echaría a perder su hermosura.

4) Como Ella es dondequiera la Virgen fecunda, en todas las almas en que vive hace brotar la pureza de corazón y de cuerpo, la pureza de intenciones y designios y la fecundidad de buenas obras. No creas, alma querida, que María, la más fecunda de todas las criaturas, la que llegó hasta el punto de producir un Dios, permanezca ociosa en un alma fiel.

Ella sin cesar hará vivir el alma en Jesucristo y hará vivir a Jesucristo en el alma. Filioli mei, quos iterum parturio donec formetur Christus in vobis (Gál 4,19). Si, como lo fue al nacer en el mundo, es Jesucristo fruto de María en cada una de las almas; sin duda que en aquellas donde Ella habita es singularmente Jesucristo fruto y obra maestra suya.

5) En fin, que para estas almas María viene a serlo todo junto a Jesucristo. Ella esclarece su espíritu con su fe pura. Ella profundiza su corazón con su humildad. Ella con su caridad le acrecienta y le abrasa. Ella le purifica con su pureza. Ella le ennoblece y ensancha con su maternidad. Pero, ¿adónde voy a parar? No hay modo de enseñar, sino se experimentan, estas maravillas de María, maravillas increíbles a las gentes sabias y orgullosas, y aun al común de los devotos y devotas.

6) Así como por María, vino Dios al mundo la vez primera en humildad y anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda vez, como toda la Iglesia le espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos? ¿Cómo y cuándo?, ¿quién lo sabe? Pero yo bien sé que Dios, cuyos pensamientos se apartan de los nuestros más que el cielo de la tierra, vendrá en el tiempo y en el modo menos esperado de los hombres, aun de los más sabios y entendidos en la Escritura Santa, que está en este punto muy oscura.

7) Pero todavía debe creerse que al fin de los tiempos, y tal vez más pronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes hombres llenos del Espíritu Santo y del espíritu de María por los cuales esta Divina Soberana hará grandes maravillas en la tierra para destruir en ella el pecado y establecer el reinado de Jesucristo su Hijo sobre el corrompido mundo; y por medio de esta devoción a la Santísima Virgen, que no hago más que descubrir a grandes rasgos, empequeñeciéndola con mi miseria, estos santos personajes saldrán con todo.


Prácticas exteriores.

Además de la práctica interior de esta devoción, que acabo de describir, hay otras exteriores, que no se deben omitir ni despreciar.

Consagración y renovación.

La primera es entregarse, en algún día señalado, a Jesucristo, por manos de María, cuyos esclavos nos hacemos, comulgar al efecto en ese día y pasarlo en oración. Y esta consagración ha de renovarse por lo menos todos los años en el mismo día.

Ofrenda de un tributo a la Santísima Virgen.

La segunda dar todos los años en el mismo día un pequeño tributo a la Santísima Virgen en testimonio de servidumbre y dependencia; tal es siempre el homenaje de los esclavos para con sus señores. Consiste, pues, este tributo en alguna mortificación, limosna o peregrinación, o en algunas oraciones. El bienaventurado Marín, según testifica su hermano San Pedro Damiano, tomaba todos los años en el mismo día la disciplina pública delante de un altar de la Santísima Virgen. No pido ni aconsejo este fervor; pero, si no se le da mucho a María, debe al menos ofrecerse lo que se le presente con humildad y agradecido corazón.

Celebrar especialmente la fiesta de la Anunciación.

La tercera es celebrar todos los años con devoción particular la fiesta de la Anunciación, que es la fiesta principal de esta devoción establecida para honrar e imitar la dependencia en que el Verbo eterno por amor nuestro en este día se puso.

Rezar la Coronilla de la Santísima Virgen y el Magnificat.

La cuarta práctica externa es rezar todos los días (sin que haya obligación bajo pena de pecado por faltar a ello) la Coronilla de la Santísima Virgen compuesta de tres Padrenuestros y doce Avemarías, y rezar frecuentemente el Magnificat, que es el único cántico que tenemos de María, para dar gracias a Dios por sus beneficios y para atraer otros nuevos; sobre todo no se ha de dejar de decir después de la Sagrada Comunión, para dar gracias, como según opina el sabio Gersón, la Santísima Virgen lo decía.

Llevar la cadenilla.

La quinta es llevar una cadenilla bendita al cuello, al brazo o al pie o a través del cuerpo. Esta práctica puede en absoluto omitirse, sin perjuicio de lo esencial de esta devoción; sin embargo, será pernicioso despreciarla y condenarla y peligroso descuidarla.


He aquí las razones de llevar esta señal exterior:

1) Para librarse de las funestas cadenas del pecado original y actual, que nos han tenido atados.
2) Para honrar las sogas y ataduras amorosas con que nuestro Señor tuvo a bien ser atado para tornarnos verdaderamente libres.
3) Ya que estas ataduras son de caridad, traham eos in vinculis caritatis, para hacernos recordar que sólo debemos obrar movidos por esta virtud.
4) Y en fin, para recordarnos nuestra dependencia de Jesús y de María en calidad de esclavos, pues acostumbraban éstos a llevar cadenas semejantes.

Muchos grandes hombres que se hicieron esclavos de Jesús y María estimaban tanto estas cadenas, que se quejaban de que no se les permitiera arrastrarlas públicamente a los pies como los esclavos de los turcos.

¡Oh cadenas más preciosas y más gloriosas que los collares de oro y piedras preciosas de todos los emperadores porque nos atan a Jesucristo y a su Santísima Madre y son su marca y librea!

Hay que notar que conviene que estas cadenas si no son de plata, sean al menos de hierro, para llevarlas con comodidad.

No deben dejarse nunca durante la vida, para que nos acompañen hasta el día del juicio. ¡Qué gozo, qué gloria, qué triunfo para el consagrado, cuando al sonido de la trompeta resucite adornado todavía con esta cadena, que, probablemente, no se habrá gastado aún! Este solo pensamiento bastaría para que te animes poderosamente a no dejarla nunca, por incómoda que pueda parecerte.


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